Ernesto Che Guevara, cuando la convicción es más fuerte que la muerte


Milciades Ruiz / Mariátegui
12/10/14

Era domingo 8 de octubre de 19967 bajo un sol abrazador cuando 17 combatientes internacionales tras medio año de dura caminata por lugares inhóspitos afrontando combate tras combate, se encontraban muy agotados y rodeados por tropas de un millar de soldados enemigos frescos y asistidos por una enorme logística, armamento y asesoramiento norteamericano de veteranos en Viet Nam.

Estaban en la quebrada del Churo de la jurisdicción de La Higuera, Santa Cruz. Bolivia. Entre ellos estaban junto al Che Guevara, los peruanos Juan Pablo Chang Navarro-Lévano (“Francisco”) y el huancaíno Lucio Galván Hidalgo (“Eustaquio”). Había que romper el cerco a todo fuego de balas, subiendo a campo traviesa por las estribaciones de la quebrada cubierta de bosque ralo. El enemigo estaba posesionado de las cumbres pero no había otra salida. 

Cubierta la retirada los combates arrancaron a media mañana. Abriéndose paso, un proyectil de ametralladora inutiliza el fusil M-1 del Che, otro le cae en la pierna y es capturado cuando trataba de escalar una ladera. El lunes 9 de Octubre herido e indefenso fue ultimado en el salón de una pequeña escuela rural de La Higuera.

Así acabó su sueño revolucionario de crear dos, tres, muchos Viet Nam para derrotar al imperialismo. Con esa misión venía al Perú pero tuvo que cambiar de planes iniciando su gesta en Bolivia. En su breve cautiverio pudo presentir que lo ejecutarían y se preparó para morir con dignidad dejando el siguiente mensaje para sus hijos:

“Su padre ha sido siempre un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones. Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que, cada uno de nosotros solo, no vale nada. Sobre todo sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.

Al recordar esta fecha quizá pueda conmover las entrañas de una izquierda perezosa que busca lo más fácil y calar en nuestra reserva militante para que rompa el cerco de las viejas ataduras que nos impiden avanzar. Los revolucionarios de esa gloriosa década de 1960 lo dieron todo, hasta la vida, por nuestros ideales de justicia social. Si por lo menos los izquierdistas de hoy entregaran algo de esfuerzo por allanar el camino a las nuevas generaciones, no sería mucho pedir.

Acabemos por fin con la quietud que nos ha minusvalizado. Dejemos de lado las mezquindades de grupo y reanudemos la marcha que nos conduzca al empoderamiento popular. Nuevos acontecimientos se avecinan en que será necesario combatir por nuestro pueblo frente a los desesperados manotazos de las potencias dominantes que ven erosionar cada día su poder mundial.

La fisiología universal nos hace ver que el “Estado de Derecho” internacional y nacional es cada vez más incompatible con las aspiraciones del desarrollo social. Que las colisiones sociales contra las ataduras del régimen vigente continuarán agravándose hasta alcanzar su punto de ebullición. Que el rebrote revolucionario volverá bajo nuevas condiciones.

Es momento de dejar atrás nuestras complicaciones. Viejos y jóvenes hagamos causa común sin pedir nada para si. Los tiempos han cambiado y las condiciones determinan nuevas formas de lucha. Los líderes se forjan en el desempeño cotidiano, actuando honestamente  y siendo consecuentes con los postulados. Es cuestión de consciencia revolucionaria.

¡Gloria eterna al “Che” y a sus compañeros de lucha!

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